«Cuando nace tu hijo, nacés vos como mamá» es mi idea primaria en cuanto a la maternidad (mismo principio se traslada al rol paterno), y la replico siempre en mis comunicaciones, ya que considero que nadie más que nuestros propios hijos, nos pueden enseñar y así aprender a ser padres, mamá o papá.
Aprender a ser padres, es verdad que nuestros niños aprenden mucho de nosotros, pero también es innegable que nosotros aprendemos esencialmente de ellos y con ellos, a ser padres. Aunque si bien la relación de padres e hijos tiene mucho de instintivo, llevarla adelante implica aprendizaje y conocimiento mutuo, continuo y cambiante.
La tarea de la crianza, es muchas cosas salvo sencilla.
Las claves que colaboran con éxito en el vínculo que los padres pueden establecer con sus hijos, nos dicen que este vínculo tiene que estar basado en el cuidado, la atención, el cariño, la comunicación y el apego.
Los padres -o quienes ejercen la función parental- deben:
– Poder satisfacer las necesidades básicas de los niños, poder anticipar y prevenir -que en muchos casos se trata de un ver «venir» antes-.
– Estar atentos para decodificar las expresiones de los niños (llanto, risa, angustia).
– Estar disponibles y tener apertura para poder basar la relación en una buena comunicación.
– Interesarse por estimular a los niños
– Acompañarlos en las distintas etapas de la vida, al principio de total dependencia de los padres, para luego adquirir una paulatina independencia, tanto en sus pensamientos como en sus acciones.
Es importante que los padres puedan acompañar estos procesos evolutivos
estimulando a sus hijos, escuchándolos, guiándolos y priorizando la satisfacción de las necesidades de los niños. También se debe recordar que la crianza debe acompañarse de juegos, ya que los niños crecen, aprenden y conocen el mundo a través del juego, por lo que es fundamental que los padres puedan ser parte de este aprendizaje de vida.
La crianza es una tarea ardua y difícil, por lo que genera en los padres mucha inseguridad, temor e incertidumbre y, en realidad, a ciencia cierta, no hay una manera única de llevar adelante una buena crianza, no existe un manual ni recetas válidas para ello, se trata de los modos en que cada madre (y padre) logra realizar las tareas propias que este proceso requiere, donde no sólo se pone en juego la subjetividad de cada uno, sino también la historia, la conformación familiar, y las particularidades propias de cada niño, que por supuesto, juegan un rol importantísimo. Además, aparecen sentimientos como culpa, temor, incertidumbre, alegría y tristeza, acompañados de la responsabilidad y obligación de estar implementando las herramientas adecuadas para una buena crianza.
Lo importante es que los papás puedan aprender a confiar en sí mismos respecto a la crianza de sus hijos, haciéndolo siempre en clima de armonía, amor, respeto y comunicación
Laura Krochik
Instructora Psicoprofilaxis Obstétrica – Doula y Puericultora
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